Archivo
STOP
En estos tiempos que corren, que vuelan más bien, se hace imprescindible la reflexión.
Todo va demasiado deprisa. Nos hemos subido a un tren que ha ido incrementando su velocidad sin que nos hayamos dado cuenta y ahora saltar de él nos da miedo. Corremos hacia ninguna parte. Estamos obsesionados en contar cuanto antes lo que pensamos, lo que estamos haciendo o alguna frase ingeniosa que se nos acaba de ocurrir. Para ello nos armamos con un ordenador, una tableta o un teléfono.
Cuando se produce una noticia de última hora buscamos rápidamente un dispositivo informático para escupir lo que opinamos al respecto y ver lo que opinan otros. Antes de leer la información completa o reflexionar lo suficiente. Si hay que discutir se discute, si hay que faltar al respeto a alguien se hace, porque sabemos que si traspasamos la legalidad nos escuda un falso anonimato que nos hace más valientes.
No pensamos, no reflexionamos. Vivimos por impulsos. Igual que en las películas, están los buenos y los malos y no cabe reflexión posible. Si todo el mundo dice que los mercados son malos (cosa que no dudo) son malos y punto y lo que tenemos que hacer es criticarlos, insultarlos y decir que son malvados en todas las redes sociales, pero si algo o alguien es bueno, como lo que sucedió con la muerte de Steve Jobs, nuestro deber como sujetos atrapados en la red social es decir que era una persona maravillosa, o un genio de su tiempo.
Esa fijación que tenemos por valorarlo todo como bueno o malo hace que nos olvidemos de hacernos una pregunta muy simple: ¿Por qué? ¿Por qué los mercados son malos? ¿Por qué el gobierno de Rajoy es mejor o peor que el de Zapatero? ¿Por qué acabo de escribir en la red que steve Jobs era el mejor? ¿De verdad lo creemos? ¿Tenemos argumentos que sostengan nuestra opinión sobre el tema?
He puesto el ejemplo de las redes sociales y nuestra dependencia a la informática, pero se puede trasladar perfectamente a cualquier reunión social, barra de bar o conversación de ascensor. Vivimos en un mundo que gira muy deprisa, la información nos sale por las orejas, pero si no nos paramos a pensar, a reflexionar, nunca podremos llegar a entenderlo y mucho menos mejorarlo.
Entre “caucus” anda el juego
Cuando leo noticias acerca de las primarias republicanas me vienen a la mente las películas norteamericanas sobre elecciones donde todo es tan artificial y engominado que acabas creyéndotelo.
Cualquiera que haya visto Primary Colours o El Candidato sabe de lo que estoy hablando. Trajes caros, biblias, tradición, patriotismo, banderas a tutiplén, amas de casa, delantales, tintes rubios y Dios bendiga a América.
Los candidatos republicanos a la presidencia comenzaron el martes su recorrido a la nominación final del partido con la celebración del tradicional “caucus” de Iowa.
Esas «reuniones de vecinos» divididas por distritos electorales, en las que se vota a mano alzada y con mucha discusión. Igual lo que copia una multinacional de telefonía en sus anuncios no es el movimiento 15m sino a los caucus, aunque pensándolo mejor, la Puerta del Sol les queda más cerca.
El discurso de los candidatos tiende hacia el radicalismo conservador, o como diríamos aquí, huele a alcanfor que tira pá atrás.
Uno de los candidatos, el gobernador de Texas, Rick Perry, en un anuncio televisivo, criticaba el hecho de que los homosexuales puedan ingresar en el Ejército. Mitt Romney se ha comprometido, si llega a la presidencia, a vetar el Dream Act, una ley que permite la legalización de estudiantes indocumentados, y ha prometido construir una valla más alta en la frontera.
Y si entramos en las promesas electorales sobre política exterior dan ganas de salir corriendo. Rick Santorum, uno de los candidatos del Tea Party, aseguró que estaría dispuesto a bombardear Irán si el país se negara a permitir la inspección de sus instalaciones nucleares.
El congresista Ron Paul y el exgobernador de Massachusetts Mitt Romney parten como favoritos. El último es el candidato que más dinero ha gastado (casi el doble de lo que se han gastado los demás). Sin embargo, entre los más conservadores del partido, su candidatura genera escepticismo, entre otras razones porque cuando era gobernador firmó una ley de reforma a la salud similar a la que promovió Obama años más tarde. Por Dios, ¡Cómo vamos a dejar que los pobres tengan acceso a la sanidad!
Uno de los elementos más discutidos sobre Romney es su religión. Es mormón, un hecho que no todos ven con buenos ojos pero que él defiende diciendo que sus creencias nada tienen que ver con la política. Y ésta es la parte que se ve. Lo que está sucediendo en los impecables despachos de estos señores es más bien una película de terror.
La cultura molesta
Cada vez lo tengo más claro. La cultura molesta. Un individuo que sabe cosas, que está informado y que ha tenido una buena formación y acceso a la cultura es claramente más peligroso que uno que vive en la inopia y que consume televisión basura al mismo ritmo que un norteamericano come hamburguesas.
Es así y siempre lo ha sido. El poder nunca se ha preocupado por esconder ese temor hacia la cultura. El último ejemplo lo encontramos en el Gobierno español. Ya no hay Ministerio de Cultura en España. Ahora tenemos una secretaría de estado que depende de educación, cultura y deporte. Y la dirección general del libro, archivos y bibliotecas ni está ni se le espera.
El libro pasa a depender de la Dirección General de Políticas e Industrias Culturales, mientras que archivos y bibliotecas se incorpora a la Dirección General de Bellas Artes y Bienes Culturales. No deja de tener su gracia, porque las bibliotecas toda la vida han estado llenas de libros, así que no entiendo por qué el libro está bajo la dirección general de políticas e industrias culturales y bibliotecas bajo la tutela de la dirección general de bellas artes y bienes culturales. A menos que lo que pretendan fomentar que los libros sean productos de consumo sin más. Alguien debería informarles de que hay vida más allá de los Best Sellers.
En Canarias ya pasamos por eso en 2010 cuando el gobierno de Paulino Rivero en una de sus remodelaciones decidió terminar con la dirección general del libro. Tenemos turismo, para qué leer. El gobierno dejó claro que leer es una pérdida de tiempo y además no da dinero, así que no interesa.
Los libros han sido los grandes maltratados en la historia, quemados, prohibidos, censurados… y ahora ninguneados. Y parece que esta peligrosa tendencia a pisotear la cultura no va a terminar.
Derecho a la información
Artículo 20.
Se reconocen y protegen los derechos:
a. A expresar y difundir libremente los pensamientos, ideas y opiniones mediante la palabra, el escrito o cualquier otro medio de reproducción.
b. A la producción y creación literaria, artística, científica y técnica.
c. A la libertad de cátedra.
d. A comunicar o recibir libremente información veraz por cualquier medio de difusión. La Ley regulará el derecho a la cláusula de conciencia y al secreto profesional en el ejercicio de estas libertades.
2. El ejercicio de estos derechos no puede restringirse mediante ningún tipo de censura previa.
3. La Ley regulará la organización y el control parlamentario de los medios de comunicación social dependientes del Estado o de cualquier ente público y garantizará el acceso a dichos medios de los grupos sociales y políticos significativos, respetando el pluralismo de la sociedad y de las diversas lenguas de España.
4. Estas libertades tienen su límite en el respeto a los derechos reconocidos en este Título, en los preceptos de las Leyes que lo desarrollan y, especialmente, en el derecho al honor, a la intimidad, a la propia imagen y a la protección de la juventud y de la infancia.
5. Solo podrá acordarse el secuestro de publicaciones, grabaciones y otros medios de información en virtud de resolución judicial.
Creo que está bien tener presente, ahora más que nunca, el artículo 20 de la Constitución española. En la batería de recortes que va a llevar a cabo el gobierno de Mariano Rajoy que conocimos el viernes pasado hubo uno del que no se ha hablado demasiado. El recorte de 200 millones de euros en el presupuesto de RTVE que equivale a casi un 20% de los ingresos previstos para este año. A día de hoy la corporación tiene comprometido el 80% del presupuesto
Algunos consejeros proponen recuperar la publicidad en TVE que desapareció de la pantalla hace ahora un año. También barajan la necesidad de vender derechos deportivos e incluso el cierre de algún canal. Recordemos que este año hay Juegos Olímpicos.
Puede que algunos de los valiosos periodistas con los que cuenta la corporación estén actualizando sus currículums o preparando su incorporación a la empresa más grande de este país, el INEM, o el servicio público de empleo, como se llama ahora. Sería una pena tener que volver al Ce Ce O O, a abrir informativos con argumentos a favor de una guerra o a la censura a la hora de hablar de protestas contra el gobierno.
Como afirma Iñaki Gabilondo en su libro El fin de una época
«El periodismo, no está en su mejor momento para dar cabida a la reflexión ni para tratar de actuar con justicia. La comunicación periodística está sobreviviendo como puede a un gran cambio tecnológico sumado a un gran pánico económico, y en el interior de las empresas, en lugar de concentrarse en la eficacia comunicativa, trabajan sencillamente haciendo sumas, restas, multiplicaciones y divisiones».
Con este recorte presupuestario se está recortando nuestro derecho a la información.
Si continuamos por esta peligrosa senda pronto nos encontraremos con que la televisión se ha convertido en el patio de recreo de la derecha. Un patio, por cierto, muy poco divertido.
Curar la ignorancia
“Yo me sentía atraído sexualmente por los hombres. La gente me decía que yo había nacido así y que el pensamiento de cambiar era absolutamente inviable, y que terapéuticamente era además contraproducente. Yo pensaba: ¡Ni hablar! Cualquiera puede conseguir lo que anhela si tiene un ardiente deseo, elabora un buen plan, obtiene apoyo de otros, y se lanza decididamente por ello. Después, he podido aconsejar a muchos hombres, mujeres y adolescentes sobre cómo salir de la homosexualidad precisamente porque yo mismo me negué a escuchar a los que me decían: «Sé honrado contigo mismo: tú naciste así. Acéptalo». Yo me daba cuenta de que algo no iba bien, por más que a mí alrededor insistieran en que era lo más normal del mundo. Logré descubrir de dónde provenían los deseos que yo tenía hacia los de mi propio sexo, aprendí a curar aquellas heridas, y a dar cumplimiento a las necesidades que seguían insatisfechas desde mi infancia.”
Esto que acabo de leer es un fragmento de una entrevista a Richard Cohen. El terapéuta reparativo como él mismo se denomina cuyo objetivo en la vida es curar la homosexualidad. Actualmente Cohen vive en Washington con su familia, da conferencias, organiza seminarios sobre el tema, y establece tiendas para la venta de sus libros.
Cohen emplea una técnica llamada bioenergética. Según este experto, lanzando con fuerza una raqueta de tenis contra una almohada mientras gritas el nombre de una persona que te trae un recuerdo infantil doloroso. También emplea una terapia que incluye abrazos y palabras repetitivas positivas para intentar establecer una relación sana y no sexual que podría haber estado ausente durante la niñez.
En la misma entrevista el autor de, entre otros libros, “Comprender y sanar la homosexualidad.” Que él mismo califica como una guía para «vencedores». Un libro que hasta ayer podíamos encontrar en 3 grandes almacenes, el corte inglés, donde sí trabajan homosexuales pero nunca se ha visto un negro, en amazon y en la casa del libro. En concreto en la página web de el corte inglés el libro lo podíamos encontrar en la sección ética moral. Y en la página web de la casa del libro en la sección psicoanálisis. Por el increíble precio de 17 euros Cohen asegura que curará a los homosexuales.
El autor afirma que tiene la esperanza y por ello reza de que, a su tiempo, el estigma de la atracción hacia las personas del mismo sexo decaiga y prevalezca la comprensión. La comprensión prevaleció y estos grandes almacenes han retirado el libro de sus estanterías virtuales y no virtuales.
Si curar una enfermedad que no existe cuesta 17 euros, ¿cuánto costará curar la estupidez y la ignorancia?